Planeta Vinilo
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sábado, 28 de febrero de 2009
lunes, 8 de diciembre de 2008
Top 10 de instrumentales del Dr. Vinilo
Resulta evidente que para confeccionar una lista como esta he tenido que sentar algunas bases. La primera es dejar aparte las músicas eminentemente instrumentales, como la sinfónica y otras variantes de la llamada, para bien o para mal, música clásica, así como las corrientes principales del jazz o los ritmos de baile electrónicos más actuales, diseñados con fines exclusivamente utilitarios, casi siempre desprovistos de voz. Y la segunda, y por razones obvias, dedicar mi atención a temas que en origen fueron publicados en vinilo, pues esta es su casa, y esa mi causa. La tercera, y más importante, es que no pretendo sentar ningún canon, sino compartir las músicas que personalmente me impactan o a las que dedico especial atención.
Una vez claras la intención y el ámbito, ahí van los diez temas instrumentales preferidos del Doctor Vinilo.
1. Tequila - The Champs
Ya en su día (ver Top 10 etílico del Dr. Vinilo) afirmé que considero este tema la cumbre del instrumental rockero, y eso por las razones ya mencionadas, aunque insistiré en que la mayor de sus virtudes es la facilidad con que rompe barreras generacionales y es tan bien recibida como adoptada por casi cualquiera que tenga la fortuna de escucharla. Por ello, y porque no voy ahora a contradecirme, este tema sigue siendo el top indiscutible. Editado en fecha tan lejana como 1959, logró el #1 de las listas en sólo tres semanas desde su grabación en los estudios Gold Star californianos, lo que tratándose de un instrumental y de un grupo de fuerte influencia mejicana tiene su mérito. Más aún, engrosa la larga lista de caras B que superaron en éxito a la apuesta inicial de los estudios, en este caso Challenge Records.
2. Wack Wack - The Young Holt Trio
El batería Isaac Holt y el bajista Eldee Young, ambos provinientes del trío de Ramsey Lewis, se acompañaron del pianista Don Walker en 1966 para pergeñar uno más de los tercetos de jazz tentonces tan en boga, aunque en esta ocasión se adentraron sin remilgos en el mundo de la pista de baile con un tema tan sencilllo como impactante, en el que aparte de marcar el ritmo con afán incansable juguetean con sus instrumentos para provocar respuestas tan contundentes como el título del tema. Considerada una obra menor, una especie de novelty de consumo rápido, aguanta perfectamente el tipo con el paso de los años, y parece expresamente diseñada para satisfacer tanto al jazzero más hip como al simple adicto al bailoteo. Si deseas marcarte unos pasos sin quedar como un patán, aquí tienes la coartada perfecta. Como en el caso anterior, su estribillo pegadizo en eterna repetición de onomatopeya es parte importante de su encanto.
3. Green Onions - Booker T & the MG's
Sin apartarnos de la pista de baile, llega el momento de rendir homenaje a uno de los grandes clásicos del soul instrumental, tema que cruzó océanos y hemisferios y se convirtió en banda sonora de mods a la última, bailarines del ghetto y barra de cocktail bar para solteros. Unía a partes iguales las raíces del R&B del profundo sur con el ambiente más urbano, y resume en tres minutos toda una época, pues aparte de los toques de órgano Hammond de Booker T. Jones se recrea en la fenomenal aportación de los MG's (el Memphis Group, por su Memphis natal), quienes no en vano formaron parte de la nómina de Atlantic como cotizados músicos de sesión. Los mencionados eran Steve Cropper a la guitarra, Donald Dunn al bajo y Al Jackson Jr. a la batería, quienes en 1962 arrancaron a bailar a millones con este tema midtempo y sugerente que rezuma soul por todos los poros.
4. Wham - Lonnie Mack
Bautizado como Lonnie McIntosh, natural de los Apalaches, de sangre medio india y medio escocesa, criado en Kentucky como el buen bourbon, Lonnie Mack tenía que salir salvaje y respondón de todas todas. Tras iniciarse en grupos de western swing y probar fortuna con el rockabilly más agreste, decidió comprarse una Gibson Fliying V, de la que nunca se desprendió, y dar rienda suelta a sus instintos más básicos con profusión de punteos acelerados y trémolos eléctricos, pariendo en 1963 el tema que nos ocupa, de nombre tan amenazador como contundente. No es de extrañar que su técnica y actitud resultaran determinantes en carreras como la de Jimmy Hendrix o Stevie Ray Vaughan, pues se le considera el inventor del guitarreo de blues-rock, y su aparición en escena fue toda una revelación para rockeros en ciernes. Este instrumental arranca pasiones, demole principios y resucita muertos, y empequeñece a más de un amante de las grandilocuencias a base de megawatios. Podría estar en lugar destacado de cualquier lista, pero aquí se lleva un esplendoroso número cuatro.
5. Cleo's Mood - Junior Walker & the Allstars
Siguiendo la estela de cuartetos con órgano como los antedichos MGs, con un ojo en el R&B y otro en la avanzadilla del sonido más funky y machacón, el saxofonista Junior Walker, avezado honker, regaló una veintena larga de éxitos bailongos a medio camino entre el club de mala muerte y la trepidación alla James Brown, entre los que destaco este Cleo's Mood de ambiente tenebroso y amenazante, donde el ampuloso sonido de su tenor King puede apagar una vela a diez metros o volcar una hormigonera a cincuenta. De confección tan sencilla como resultona, este instrumental de 1966 no obtuvo un éxito comparable a Shotgun u otras de sus composiciones más celebradas, pero es todo un ejemplo de cómo hacer mucho con poco, y de cómo la actitud es medio mundo a la hora de crear ambientes que soporten el paso del tiempo.
6. Wipe Out - The Surfaris
A rebufo, o tal vez en primera línea, de la caterva de grupos surferos californianos de los primeros sesenta, nos hallamos ante The Surfaris, grupo dedicado en cuerpo y alma al instrumental como muchos de sus coetáneos. En este caso abandonamos el ambiente enrrarecido, las raices profundas y la apuesta futurista y nos adentramos en un mundo tan amplio, enérgico y vital como el océano Pacífico, sólo que en vez de portar tabla de surf estos tipos sonrientes y bien alimentados (es un suponer) aparecieron guitarra en ristre para animar los saraos playeros con un tema redondo, directo y sin pretensiones, donde la gracia del asunto reside en no dejarse amilanar ni quedar barrido por una ola. Tras una risotada maníaca, el batería Ron Wilson, Jim Fuller y Bob Berryhill a las guitarras y Pat Connolly al bajo ( a los que más tarde se añadiría Jim Pash al saxo tenor, como puedes ver en la foto de tu izquierda) impulsaron un auténtico tsunami que barrió durante meses de las listas a todos sus contendientes. Aún hoy el tema rezuma la misma frescura que en su origen, y aunque el gusto actual reclama mayores habilidades, conviene recordar cuando el instrumental era un deporte en el que siempre se debía ganar por goleada sin darle oportunidades al contrario. Por su influencia, su limpidez y su alto voltaje, Wipe Out se lleva el sexto lugar de la lista.
7.Rumble - Link Wray
Este tema aparece aquí por las mismas razones que el anterior, pero en este caso elevadas a la vigésima potencia. El tan salvaje como a menudo inefable Link Wray, que reclamaba tener sangre india en las venas sin llegar a probarlo nunca, compuso un tema de auténtica pegada sin estar más dotado que para pergeñar solos espasmódicos de una sola nota. Aunque provisto de todos los avances técnicos del momento (que se pueden contar con los dedos de un fabricante de petardos), no llegó a desbancar a otros competidores como Duanne Eddy, pero tiene en su haber la invención del llamado "power chord", adoptado más tarde por grupos británicos de mediados de los sesenta como The Who o The Kinks, y que constituye la base del rock tal como hoy lo conocemos, sobre todo en su vertiente más heavy y punkarra. Apoyado por dos hermanos suyos al bajo y la batería, en tal año como 1958 grabó Rumble para Cadence Records, logrando un éxito fulminante que se vio empañado por la negativa de muchas emisoras a radiar un tema que consideraban demasiado incitante, provocador y subversivo, lo que es todo un logro para un instrumental. Sólo por eso merece estar en esta lista. Tal vez lo conozcas por haberse incluido en multitud de bandas sonoras, especialmente cuando quiere demostrarse que el que ocupa la pantalla es algo menos que el mal personificado.
8. Sleepwalk - Santo & Johnny
Llegados a este punto de la partida tal vez merezca reivindicarse el instrumental más calmo, el adecuado para aderezar encuentros amorosos o para exacerbar los sentimientos más profundos e introspectivos. Y en esta liga para mí hay un ganador indiscutible, que es el tema mencionado de los hermanos Santo & Johnny Farina, nacidos en Brooklyn, Nueva York, que se vieron propulsados al estrellato de la noche a la mañana con la misma rapidez con que se vieron encasillados en el papel de muchachitos sensibles que toda madre quisiera para sus hijas vírgenes. La razón para tanta aceptación residía en el virtuosismo de Santo en el uso de la Steel Guitar, instrumento hasta entonces relegado al country más silvestre, y aunque resultó muy adecuado para versionar celebérrimos temas instrumentales de aire contenido y sugerente, no propició que los dos hermanos rompieran su corsé, viéndose condenados a aplicar el mismo principio a toda su discografía, que se prolongó escasamente hasta 1965. A pesar de todo, su primer éxito es toda una joya, y a menos que seas Jack el Destripador ha de tocarte la fibrilla... o algo más profundo.
9. Memphis Soul Stew - King Curtis
Nacido en 1934 en Fort Worth, Texas, este saxofonista rocoso y polivalente cultivó variadas facetas como músico de sesión para Atlantic y otras casas, frontman de grupos de modern jazz y adalid del soul jazz más aguerrido, pero la razón de que se halle en esta lista no es sólo su condición de alumno aventajado de la escuela de tenores tejanos, sino su larga trayectoria como telonero de Aretha Franklin con The Kingpins, con los que se especializó en maestro del precalentamiento y domador de públicos, como demostró fehacientemente con este tema de 1966 en el que parte de la nada y va armando un edificio soulero ladrillo a ladrillo, o como él mismo declara, cocinando un estofado en el que los ingredientes se van echando uno a uno en la olla para deleite de gastrónomos musicales. La fórmula no era nueva, y se ha utilizado en multitud de estilos y momentos, pero esta clase magistral de alta cocina merece sin duda un lugar en esta lista. Tema recomendado para desganados o aquellos a dieta de los potajes más infames del siglo XXI.
10. The In Crowd - Ramsey Lewis
Del trio original de donde provinieran los Young Holt antedichos cierra este listado la aportación de Ramsey Emmanuel Lewis, natural de Chicago, Illinois, pianista más que competente de irrenunciable formación clásica y avezado entertainer que combatió en las trincheras del swing en los cuarenta y que en 1965 se sacó de la manga una vuelta de tuerca más en el panorama de los abundantes tríos de jazz de la época, logrando que un LP instrumental llegara al #2 de las listas de pop con un tema de ritmo pegadizo y entusiasta grabado en directo, su medio natural. Sin embargo, y muy a pesar de su larguísma y meritoria trayectoria (lleva grabados ya más de 80 LPs ), este éxito indiscutible fue el inicio de su recorrido por terrenos más trillados y menos sorprendentes, y uno tiene la sensación de que tal vez se hubiera esforzado mucho más de no haber tenido tanta salida como rostro amable del jazz más accesible. Sin embargo, el tema que he escogido para cerrar este Top 10 posee la maestría indiscutible del que lleva mucha mili a las espaldas, y aún hoy en día logra que uno mueva los talones de manera inconsciente. Puro swing, ambiente de club cargado de humo, el vaivén de un oleaje antes de que se desate la tormenta en este tema dedicado a the in crowd, la gente guay (la que deja buenas propinas, supongo).
Recomiendo muy efusivamente que rebusques en youtube u otros medios estos temazos, a ver si coincides conmigo en que con instrumentales así... sobran las palabras.
lunes, 1 de diciembre de 2008
Top 10 de los grupos femeninos del Doctor Vinilo
No son todas las que son, pero todas las que están en esta lista hallaron un hueco, en su mayor parte efímero, en la historia de la música popular. Y además de tener alguna responsabilidad en la formación sentimental de este que suscribe, son todas consultables por youtube, lo que no me negaréis que es toda una ventaja.
1. Goldie and the Gingerbreads.
En tal año como 1962, Genya Rawan asisitió a un bolo de The Escorts, y cuál no sería su sorpresa al ver que la batería la tocaba una chica, Ginger Panabianco, lo que le inspiró de inmediato la idea de fomar un grupo exclusivamente femenino. La idea cuajó, y junto con Mango Lewis y Carol McDonald vio la luz la primara banda femenina que logró contrato con una de las grandes, para acabar un año después en la Atlantic de Ehmet Ertegun, quien las vio en compañía nada más y nada menos que de los Rolling Stones. La carrera del grupo duró hasta 1967 y atravesó grandes altibajos, pues aunque giraron por EE.UU. y el Reino Unido de manera casi constante, la atracción primera por un grupo de tal atrevimiento y novedad quedó más que mitigada anulada por la negativa de las emisoras sureñas a radiar a un grupo de féminas tocando música de negros, lo que veían como una evidente transgresión por partida doble. Por lo demás, su pop-rock guitarrero y directo puede escucharse hoy en día sin sospechar que ponían mucho más que la voz, y su alta calidad incluso las ha hecho merecedoras de una versión renovada de los mismísimos Green Day. Por pioneras y radiantes, se llevan el primer puesto de esta lista.
2. The Runaways
He aquí un grupo que saltó una doble barrera, pues lograron cierta fama (aunque poca fortuna) en un mundo tan misógino como el heavy metal. Formadas en 1975, su breve y tumultuosa carrera de 4 años estuvo salpicada de escándalos, giras por medio planeta y el desprecio de sus correligionarios más impermeables, quienes las consideraban una banda prefabricada para consumo adolescente. Algo había de verdad en ello, pero el arrojo de este cuarteto de chicas-en-un-mundo-de-machos es admirable, y más aún la calidad de sus dos guitarristas, Joan Jett y Lita Ford, y el empuje de su batería, Sandy West, que dejaron boquiabiertos a más de un metalero con exceso de testosterona. Su influencia fue notable en grupos como The Ramones, Blondie o gran parte de la escena punk británica, y más aún que por sus discos de platino se las recuerda por temas como "Cherry Bomb" o "Born to be Bad".
3. Fanny
De nuevo nos hallamos ante una breve carrera de cuatro años, pues el grupo liderado por June y Jane Millington (a los extremos de la foto) nació en 197o y se disolvió en 1974. Fue el segundo grupo de "sólo chicas" en firmar por grandes casas (Reprise), y lograron entrar dos veces en el Top 40 con "Charity Ball" y "Butter Boy". A pesar de su alta competencia musical y de formarse en tiempos más abiertos a la presencia femenina, su rock amable y sin estridencias no halló la respuesta esperada, y los nuevos tiempos más proclives al hard rock y al advenimiento del punk las dejó fuera de juego. Entre sus diversas formaciones incluyeron a Patti Quatro, la hermana de la irredenta Suzie Quatro, y sus discos, obras de alta calidad, creo merecerían un lugar más destacado en la historia. Tal vez si hubieran gritado más les hubieran hecho más caso... o las habrían tachado de histéricas, nunca se sabe.
4. Klymaxx
Este sexteto de Los Angeles, California, poseía el empuje necesario para saltar las barreras raciales, las sexistas y los cien metros vallas, aunque su carrera fue la historia de un gran inicio y un progreso claramente descendente. Desde su primera aparición con el álbum, "Girls will be girls" y su secuela de desafiante título "Never understimate the power of a woman", el hueco que lograron hacerse en el mundo del pop de ascendencia más funky se fue cerrando bajo las presiones del rap y el hip-hop, algo para lo que estas chicas de intenciones tan ambiciosas como encorsetadas no parecían preparadas. Sus temas iniciales invitan al bailongo y poseen una actitud descarada y transgresora que se fue diluyendo con el tiempo, y aunque en sus últimos tiempos se defendían con baladas y daban más de un paso atrás, su irrupción como instrumentistas autosuficientes y defensoras del show total las hace merecedoras de un número cuatro. Más aún, oídas con orejas actuales más de una Beyoncee palidece.
5. The slits
Bienvenidos a la transgresión. Este grupo de nombre preclaro (Las Rajas), animó la escena new wave londinense entre los años 1976 y 1981, y aunque fue la irrupción del punk la que les abrió las puertas a un público tan receptivo como minoritario, su estilo y su puesta en escena (por llamarlo de alguna manera) resulta del todo inclasificable. Desnudas y cubiertas de barro en la portada de su primer LP "Cut" (más claro el agua) y su desfachatez las hace subir al podio del "do it yourself" y la experimentación, pues su sonido crudo y descarnado, salpicado de las influencias reggae entonces en boga, hace que resulten odiadas y admiradas a partes iguales, tanto entonces como ahora. Como curiosidad valga apuntar que una de sus integrantes iniciales, Palm Olive, se llamaba en realidad Paloma Romero y era española. La banda ha pervivido con diversas integrantes, pero nunca ha traicionado su esencia íntegramente femenina.
6. The Suffrajets
Esta banda británica del área de Birmingham, recientemente desaparecida, aunó componentes de diversas procedencias, incluida Gemma Clarke de los Babyshambles, y su rock contundente y políticamente comprometido empezó a ser reconocido sobre todo en base a su incansable ritmo de actuaciones. Resulta evidente que su nombre se inspira en las suffragettes, las primeras defensoras del voto femenino en Reino Unido allá a finales del siglo XIX y principios del XX, lo que da una idea de su posición eminentemente reivindicativa. Luchas intestinas provocaron la marcha de Clarke, y la banda quedó en las inspiradas manos de las hermanas Samantha y Shelly Walker, compositoras de la mayoría de sus temas. Un vistazo a Youtube te convencerá de su arrojo y su pasión, y a pesar de ser muy minoritarias tal vez habrían merecido mejor fortuna.
7. The Go Go's
De nuevo nos hallamos en California, tierra de suave clima y mujeres radiantes, y este quinteto formado en 1978 abunda en la misma idea. Temas frescos y sin demasiadas pretensiones con especial atención a la imagen y a la entonces incipiente industria del video clip. Su sonido resulta cien por cien new wave de EE.UU., lo que puede entenderse tanto meritorio como detestable, pero que en pequeñas dosis resulta revitalizante. No en vano decían beber de las mismas fuentes que los ingleses The Buzzcocks, The Surf Punks o The Ramones. Sus primeros éxitos, como "We got the beat" no son nada desdeñables, y de sus filas salieron carreras como la de Belinda Carlisle, a la que en verdad prefiero como Go Go de 1980.
8.The Mo-dettes
Este cuarteto británico vio la luz en 1979, y su álbum de 1980, "The Story So Far", fue el único que publicaron, aunque sus temas "White Mice" y la versión de los Stones "Paint it Black" (en la que proponían veladamente una nueva capa de pintura para la Casa Blanca de Washington) tuvieron amplia repercusión. Enclavadas firmemente en la nutrida y muy variada escena del post-punk, la brevedad de su carrera tuvo mucho que ver con la endogamia del momento, pues una de sus fundadoras provenía de las Slits antedichas, otra matrimonió con un miembro de Madness, otra era la hermana de un miembro de Ten Pole Tudor, y otra acabó como baterista de The Communards. Demasiado para mantener un grupo cohesionado a la sombra de tanta carrera exitosa.
9. The Bangles
Algo tendrá California para parir tanta fémina aguerrida. El caso es que esta banda formada en 1980 fue de las pocas en lograr fama y fortuna, sobre todo entre 1984 y 1989. La historia relata cómo dos hermanas (una vez más), Vikki y Debbie Peterson, enrrolaron a Susanna Hoffs y a Anette Zilinskas en un proyecto más de los que pululaban por la escena angelina del llamado Paisley Underground, y tras llamarse The Supersonic Bangs y resolver ciertos problemas con el registro de su nombre pasaron a ser Bangles y finalmente The Bangles, que es como seguramente las recuerdas. Su primer album de 1984 "All Over the Place" es un derroche de power pop, pero más tarde empezaron a recorrer terrenos más trillados, época de la que tal vez puedas salvar de la quema su celebérrimo "Walk like an Egyptian", que las encumbró al #1 de las listas mundiales y que aún resonará en alguna cabeza desprovista de Alzeihmer.
10.The Bodysnatchers
A rebufo de la eclosión del ska británico de principios de los 80 nació esta variante sólo para chicas de los ritmos más festivos del momento. Siete chicas siete que se atrevían a desafiar a grupos como The Specials, Madness, The Selecter y otros muchos de la factoría Two Tone. De nuevo nos hallamos ante un éxito exiguo y efímero, pues la historia del grupo se ciñe al periodo comprendido entre 1979 y 1981. Aún así, merecieron figurar en el documental Dance Craze, compendio de lo más granado de la escena, y colocaron en las listas un par de singles valiosos. Sólo una de sus componentes, Rhoda Dakar, prosiguió carrera como vocalista de The Special Aka, y de las otras nunca más se supo. A pesar de ello, su papel nunca fue subsidiario, y aunque figuran en último lugar de esta lista, pertenecen a ella por derecho propio.
1. Goldie and the Gingerbreads.
En tal año como 1962, Genya Rawan asisitió a un bolo de The Escorts, y cuál no sería su sorpresa al ver que la batería la tocaba una chica, Ginger Panabianco, lo que le inspiró de inmediato la idea de fomar un grupo exclusivamente femenino. La idea cuajó, y junto con Mango Lewis y Carol McDonald vio la luz la primara banda femenina que logró contrato con una de las grandes, para acabar un año después en la Atlantic de Ehmet Ertegun, quien las vio en compañía nada más y nada menos que de los Rolling Stones. La carrera del grupo duró hasta 1967 y atravesó grandes altibajos, pues aunque giraron por EE.UU. y el Reino Unido de manera casi constante, la atracción primera por un grupo de tal atrevimiento y novedad quedó más que mitigada anulada por la negativa de las emisoras sureñas a radiar a un grupo de féminas tocando música de negros, lo que veían como una evidente transgresión por partida doble. Por lo demás, su pop-rock guitarrero y directo puede escucharse hoy en día sin sospechar que ponían mucho más que la voz, y su alta calidad incluso las ha hecho merecedoras de una versión renovada de los mismísimos Green Day. Por pioneras y radiantes, se llevan el primer puesto de esta lista.
2. The Runaways
He aquí un grupo que saltó una doble barrera, pues lograron cierta fama (aunque poca fortuna) en un mundo tan misógino como el heavy metal. Formadas en 1975, su breve y tumultuosa carrera de 4 años estuvo salpicada de escándalos, giras por medio planeta y el desprecio de sus correligionarios más impermeables, quienes las consideraban una banda prefabricada para consumo adolescente. Algo había de verdad en ello, pero el arrojo de este cuarteto de chicas-en-un-mundo-de-machos es admirable, y más aún la calidad de sus dos guitarristas, Joan Jett y Lita Ford, y el empuje de su batería, Sandy West, que dejaron boquiabiertos a más de un metalero con exceso de testosterona. Su influencia fue notable en grupos como The Ramones, Blondie o gran parte de la escena punk británica, y más aún que por sus discos de platino se las recuerda por temas como "Cherry Bomb" o "Born to be Bad".
3. Fanny
De nuevo nos hallamos ante una breve carrera de cuatro años, pues el grupo liderado por June y Jane Millington (a los extremos de la foto) nació en 197o y se disolvió en 1974. Fue el segundo grupo de "sólo chicas" en firmar por grandes casas (Reprise), y lograron entrar dos veces en el Top 40 con "Charity Ball" y "Butter Boy". A pesar de su alta competencia musical y de formarse en tiempos más abiertos a la presencia femenina, su rock amable y sin estridencias no halló la respuesta esperada, y los nuevos tiempos más proclives al hard rock y al advenimiento del punk las dejó fuera de juego. Entre sus diversas formaciones incluyeron a Patti Quatro, la hermana de la irredenta Suzie Quatro, y sus discos, obras de alta calidad, creo merecerían un lugar más destacado en la historia. Tal vez si hubieran gritado más les hubieran hecho más caso... o las habrían tachado de histéricas, nunca se sabe.
4. Klymaxx
Este sexteto de Los Angeles, California, poseía el empuje necesario para saltar las barreras raciales, las sexistas y los cien metros vallas, aunque su carrera fue la historia de un gran inicio y un progreso claramente descendente. Desde su primera aparición con el álbum, "Girls will be girls" y su secuela de desafiante título "Never understimate the power of a woman", el hueco que lograron hacerse en el mundo del pop de ascendencia más funky se fue cerrando bajo las presiones del rap y el hip-hop, algo para lo que estas chicas de intenciones tan ambiciosas como encorsetadas no parecían preparadas. Sus temas iniciales invitan al bailongo y poseen una actitud descarada y transgresora que se fue diluyendo con el tiempo, y aunque en sus últimos tiempos se defendían con baladas y daban más de un paso atrás, su irrupción como instrumentistas autosuficientes y defensoras del show total las hace merecedoras de un número cuatro. Más aún, oídas con orejas actuales más de una Beyoncee palidece.
5. The slits
Bienvenidos a la transgresión. Este grupo de nombre preclaro (Las Rajas), animó la escena new wave londinense entre los años 1976 y 1981, y aunque fue la irrupción del punk la que les abrió las puertas a un público tan receptivo como minoritario, su estilo y su puesta en escena (por llamarlo de alguna manera) resulta del todo inclasificable. Desnudas y cubiertas de barro en la portada de su primer LP "Cut" (más claro el agua) y su desfachatez las hace subir al podio del "do it yourself" y la experimentación, pues su sonido crudo y descarnado, salpicado de las influencias reggae entonces en boga, hace que resulten odiadas y admiradas a partes iguales, tanto entonces como ahora. Como curiosidad valga apuntar que una de sus integrantes iniciales, Palm Olive, se llamaba en realidad Paloma Romero y era española. La banda ha pervivido con diversas integrantes, pero nunca ha traicionado su esencia íntegramente femenina.
6. The Suffrajets
Esta banda británica del área de Birmingham, recientemente desaparecida, aunó componentes de diversas procedencias, incluida Gemma Clarke de los Babyshambles, y su rock contundente y políticamente comprometido empezó a ser reconocido sobre todo en base a su incansable ritmo de actuaciones. Resulta evidente que su nombre se inspira en las suffragettes, las primeras defensoras del voto femenino en Reino Unido allá a finales del siglo XIX y principios del XX, lo que da una idea de su posición eminentemente reivindicativa. Luchas intestinas provocaron la marcha de Clarke, y la banda quedó en las inspiradas manos de las hermanas Samantha y Shelly Walker, compositoras de la mayoría de sus temas. Un vistazo a Youtube te convencerá de su arrojo y su pasión, y a pesar de ser muy minoritarias tal vez habrían merecido mejor fortuna.
7. The Go Go's
De nuevo nos hallamos en California, tierra de suave clima y mujeres radiantes, y este quinteto formado en 1978 abunda en la misma idea. Temas frescos y sin demasiadas pretensiones con especial atención a la imagen y a la entonces incipiente industria del video clip. Su sonido resulta cien por cien new wave de EE.UU., lo que puede entenderse tanto meritorio como detestable, pero que en pequeñas dosis resulta revitalizante. No en vano decían beber de las mismas fuentes que los ingleses The Buzzcocks, The Surf Punks o The Ramones. Sus primeros éxitos, como "We got the beat" no son nada desdeñables, y de sus filas salieron carreras como la de Belinda Carlisle, a la que en verdad prefiero como Go Go de 1980.
8.The Mo-dettes
Este cuarteto británico vio la luz en 1979, y su álbum de 1980, "The Story So Far", fue el único que publicaron, aunque sus temas "White Mice" y la versión de los Stones "Paint it Black" (en la que proponían veladamente una nueva capa de pintura para la Casa Blanca de Washington) tuvieron amplia repercusión. Enclavadas firmemente en la nutrida y muy variada escena del post-punk, la brevedad de su carrera tuvo mucho que ver con la endogamia del momento, pues una de sus fundadoras provenía de las Slits antedichas, otra matrimonió con un miembro de Madness, otra era la hermana de un miembro de Ten Pole Tudor, y otra acabó como baterista de The Communards. Demasiado para mantener un grupo cohesionado a la sombra de tanta carrera exitosa.
9. The Bangles
Algo tendrá California para parir tanta fémina aguerrida. El caso es que esta banda formada en 1980 fue de las pocas en lograr fama y fortuna, sobre todo entre 1984 y 1989. La historia relata cómo dos hermanas (una vez más), Vikki y Debbie Peterson, enrrolaron a Susanna Hoffs y a Anette Zilinskas en un proyecto más de los que pululaban por la escena angelina del llamado Paisley Underground, y tras llamarse The Supersonic Bangs y resolver ciertos problemas con el registro de su nombre pasaron a ser Bangles y finalmente The Bangles, que es como seguramente las recuerdas. Su primer album de 1984 "All Over the Place" es un derroche de power pop, pero más tarde empezaron a recorrer terrenos más trillados, época de la que tal vez puedas salvar de la quema su celebérrimo "Walk like an Egyptian", que las encumbró al #1 de las listas mundiales y que aún resonará en alguna cabeza desprovista de Alzeihmer.
10.The Bodysnatchers
A rebufo de la eclosión del ska británico de principios de los 80 nació esta variante sólo para chicas de los ritmos más festivos del momento. Siete chicas siete que se atrevían a desafiar a grupos como The Specials, Madness, The Selecter y otros muchos de la factoría Two Tone. De nuevo nos hallamos ante un éxito exiguo y efímero, pues la historia del grupo se ciñe al periodo comprendido entre 1979 y 1981. Aún así, merecieron figurar en el documental Dance Craze, compendio de lo más granado de la escena, y colocaron en las listas un par de singles valiosos. Sólo una de sus componentes, Rhoda Dakar, prosiguió carrera como vocalista de The Special Aka, y de las otras nunca más se supo. A pesar de ello, su papel nunca fue subsidiario, y aunque figuran en último lugar de esta lista, pertenecen a ella por derecho propio.
domingo, 30 de noviembre de 2008
Pero... ¿y dónde están las chicas?
Hace poco la prensa mundial se hacía eco de la aparición de un grupo de rock formado enteramente por mujeres en Arabia Saudí, reino de la asfixiante y ultratradicionalista monarquía alauí, practicante del wahabismo, una de las variantes del islam más restrictiva y por ende más machista, enemiga declarada de la paridad femenina y de cualquier intento de plena integración de las mujeres en la vida social y cultural. El grupo responde por AccoLade, y si ardes en curiosidad quedarás defraudado, pues su página en Myspace ofrece música, pero oculta sus rostros en prevención de reprimendas, o de algo peor. La noticia ha provocado comentarios despectivos, desdén, mucha condescendencia y alguna reacción airada, pero me temo que son legión los que señalan la paja en el ojo ajeno (¿qué esperaban acaso de una dictadura religiosa?) y obvian la viga en el propio. Y si digo esto es porque un rápido vistazo a las listas de éxitos occidentales del siglo XXI o a la historia de la música popular del XX puede convencer a cualquiera de que la presencia de las mujeres y sus instrumentos en el referente o imaginario colectivo es cuando menos desigual.
Dime lo que tocas y te diré quién eres
Hay mujeres en la música, claro está, y mucho se ha andado desde los tiempos en que una mujer sólo podía formar parte del auditorio, escuchando en pleno arrobo romántico una pieza de Franz Liszt (el primer promotor del fenómeno fans) o asistiendo en pleno ataque de histeria a un concierto de los Beatles (incontinencia urinaria incluida), pero la práctica ausencia de grupos formados enteramente por mujeres me sugiere que todavía subsiste un reparto de papeles bien inscrito en el cerebro reptiliano del músico y el aficionado de ambos sexos. ¿Una mujer toca un instrumento? Puedes apostar a que será el piano, la flauta o el violín, como mucho el clarinete o el oboe, mejor aún el arpa, y si forma parte de un grupo nueve de cada diez veces será la cantante, pues parece que es precisamente eso, la voz femenina, lo más valorado a la hora de sugerir sentimientos o proporcionar descanso y asueto al guerrero que todos los melómanos llevamos dentro. Así pues, las mujeres han pasado de la mera pasividad a promocionarse como cantantes, de ahí a unirse en formaciones vocales con banda masculina detrás, más tarde a engrosar las filas de los "grupos con chica", y por último a hacerse un hueco como artistas multitasking (Diana Krall es un claro ejemplo de todo esto). Pero, ¿dónde están las compositoras?, ¿cuántas instrumentistas de excepción puedes mencionar?, ¿cuál es tu bajista, guitarrista o batería preferida? Desde aquí puedo oír tu esclarecedor silencio.
It's my party, and I do want I want to
Por desgracia, todo lo dicho anteriormente vale aún para la música clásica (sí, ¿dónde están las directoras de orquesta?), otras músicas populares que presumen de transgresosras como el jazz, o el rock, las más tradicionales como el blues, o el pop de hit parade en todas sus variantes, y en pleno siglo XXI la música electrónica y el mundillo de los DJ's endiosados parece seguir las mismas pautas. En un mundo perfecto el sexo de cada contribuyente a la creación musical no tendría mayor importancia, y lo deseable sería encontrarse siempre con una mezcolanza de músicos sin mayores distinciones que su habilidad, su inspiración o su capacidad para transmitir emociones. Ya superados en su mayor parte los prejuicios raciales, ahora que un rockero sexagenario no recibe el mismo trato que un jubilado jugador de petanca, queda aún por conquistar la última frontera. Y por todo ello, desde aquí exalto a las defensoras del do it yourself más activo, a aquellas que dejaron de babear en el instituto ante sus compañeros de guitarra en ristre y se pusieron manos a la obra, y a todas aquellas que pensaron que ella y sus amigas también podían hacerlo.
Ahí va, pues, mi listado de preferencias de los grupos formados por ellas.
Dime lo que tocas y te diré quién eres
Hay mujeres en la música, claro está, y mucho se ha andado desde los tiempos en que una mujer sólo podía formar parte del auditorio, escuchando en pleno arrobo romántico una pieza de Franz Liszt (el primer promotor del fenómeno fans) o asistiendo en pleno ataque de histeria a un concierto de los Beatles (incontinencia urinaria incluida), pero la práctica ausencia de grupos formados enteramente por mujeres me sugiere que todavía subsiste un reparto de papeles bien inscrito en el cerebro reptiliano del músico y el aficionado de ambos sexos. ¿Una mujer toca un instrumento? Puedes apostar a que será el piano, la flauta o el violín, como mucho el clarinete o el oboe, mejor aún el arpa, y si forma parte de un grupo nueve de cada diez veces será la cantante, pues parece que es precisamente eso, la voz femenina, lo más valorado a la hora de sugerir sentimientos o proporcionar descanso y asueto al guerrero que todos los melómanos llevamos dentro. Así pues, las mujeres han pasado de la mera pasividad a promocionarse como cantantes, de ahí a unirse en formaciones vocales con banda masculina detrás, más tarde a engrosar las filas de los "grupos con chica", y por último a hacerse un hueco como artistas multitasking (Diana Krall es un claro ejemplo de todo esto). Pero, ¿dónde están las compositoras?, ¿cuántas instrumentistas de excepción puedes mencionar?, ¿cuál es tu bajista, guitarrista o batería preferida? Desde aquí puedo oír tu esclarecedor silencio.
It's my party, and I do want I want to
Por desgracia, todo lo dicho anteriormente vale aún para la música clásica (sí, ¿dónde están las directoras de orquesta?), otras músicas populares que presumen de transgresosras como el jazz, o el rock, las más tradicionales como el blues, o el pop de hit parade en todas sus variantes, y en pleno siglo XXI la música electrónica y el mundillo de los DJ's endiosados parece seguir las mismas pautas. En un mundo perfecto el sexo de cada contribuyente a la creación musical no tendría mayor importancia, y lo deseable sería encontrarse siempre con una mezcolanza de músicos sin mayores distinciones que su habilidad, su inspiración o su capacidad para transmitir emociones. Ya superados en su mayor parte los prejuicios raciales, ahora que un rockero sexagenario no recibe el mismo trato que un jubilado jugador de petanca, queda aún por conquistar la última frontera. Y por todo ello, desde aquí exalto a las defensoras del do it yourself más activo, a aquellas que dejaron de babear en el instituto ante sus compañeros de guitarra en ristre y se pusieron manos a la obra, y a todas aquellas que pensaron que ella y sus amigas también podían hacerlo.
Ahí va, pues, mi listado de preferencias de los grupos formados por ellas.
domingo, 16 de diciembre de 2007
Top 10 etílico del Doctor Vinilo
Música y Alcohol, una pareja tradicional
A estas alturas en que el consumo de sustancias psicotrópicas y estimulantes parece asociarse sin recato con la música popular de grandes ventas, las pistas de baile y la vida rockera disoluta, superados ya los tiempos en que música y experiencias en estados alterados de conciencia iban de la mano bajo largas melenas, aparcados ya los estragos causados por la heroína y los malos viajes del LSD, sorprende comprobar que hubo un tiempo en que el alcohol era el único recurso lúdico-adictivo de uso generalizado, cuyas virtudes podían cantarse sin temer censuras ni visitas de la policía. A excepción del breve periodo conocido como "ley seca" en EE.UU., el alcohol ha sido siempre legal en occidente, y fuente de inspiración para músicos y artistas desde tiempos inmemoriales. En el siglo XX el jazz, el swing o el blues, por poner unos pocos ejemplos, han sido alcohólicos declarados, y sólo cuando el rock and roll se infantilizó dejó la música popular, eminentemente adulta hasta entonces, de entregarse a las libaciones desmedidas y las melopeas de forma recurrente. Al poco otras sustancias tomaron el relevo, y el alcohol pasó a considerarse droga de padres de familia, vagabundos o borrachos de pueblo, muy alejados del arquetipo de hipster a la última en busca de sustancias prohibidas y paraísos artificiales de la era moderna.
En la música popular del siglo XX son dos las temáticas etílicas principales. Por un lado la loa al consumo, aderezo de grandes bacanales y fIestorros o simple rompehielos para la vida social, a menudo en forma de cocktail para despejar el camino hasta el ayuntamiento carnal, y por otro como quitapenas o anestesiante contra los desengaños amorosos, reparador de corazones partidos y mar donde ahogar congojas. Ciertamente la asociación entre música y clubs hicieron el resto, y varias generaciones de sesudos jazzeros, bailarines o gargantas profundas del blues se aprestaron en tropel a empinar el codo.
Como prueba de todo ello, aquí van diez temas etílicos escogidos con amor y sed insaciable.
1. Tequila. The Champs. 1958
Cumbre inequívoca del instrumental y cima de los temas etílicos, esta canción del grupo californiano de ascendencia mejicana The Champs tuvo un éxito desmesurado, y parte de la culpa es su estribillo de una sola palabra que le da título. Compuesta por su saxofonista Dani Flores (bajo el sugerente pseudónimo de Chuck Rio), es una tonada que reconocen tanto jóvenes como ancianos y para la que parece que no pasa el tiempo, pues es capaz de animar cualquier sarao en pleno siglo XXI. Tanto fue su éxito que creó un estilo propio, abriendo la brecha para que la voz de toda una generación de pachucos fuera por fin escuchada.
2. One bourbon, one scoth, one beer. John Lee Hooker. 1966. Aunque esta es la fecha de edición del disco de Chess que ves a tu izquierda, la fecha de composición del celebérrimo tema es incierta. El caso es que el gran bluesman se retrata a si mismo acodado en la barra de un bar en pleno proceso de catarsis amorosa a base de lingotazos sucesivos de los tres elementos del título en rueda perpetua. De nuevo nos hallamos ante un estribillo pegadizo, que excita la sed e impulsa al remojo interno ante las adversidades.
3. One for my baby (and one more for the road). Frank Sinatra. 1958. Composición de Harold Arlen y Johny Mercer interpretada por vez primera por Fred Astaire, que Sinatra ya grabara en Columbia en 1947, aunque la versión de 1958 en Capitol que he escogido tiene mayor profundidad y una producción más cuidada, propia de una estrella etílica como Frank "la voz" Sinatra, miembro fundador del Rat Pack junto con otro dipsómano entregado como Dean Martin. De nuevo nos hallamos ante un caso de tristezas bien regadas con chica de por medio, aunque de estilo más discursivo que cantado. No en vano está todo el disco dedicado al desamor y la soledad; no recomendado para depresivos o divorciados en ciernes.
4. Rum and Coca-Cola. The Andrews Sisters. 1944. Este trío de falsas hermanas (sólo dos lo eran) se inspiró en un calypso de Lionel Belasco, músico afincado en Trinidad que fue desposeído de los derechos de autor en favor de Morey Amsterdam, para aportar su granito de arena a la coctelería bélica en plena Segunda Guerra Mundial, llegando a vender la friolera de siete millones de discos, algo inusitado para la época. Ni siquiera Santa Claus hizo tanto en favor del conocido refresco de Cola. Tonada pegadiza de ambiente tropical y festivo con estribillo cubatero por excelencia, antes de que al mismo combinado se lo rebautizara como Cuba Libre en un momento de menos amor por la presencia de tanto gringo en el Caribe.
1. Tequila. The Champs. 1958
Cumbre inequívoca del instrumental y cima de los temas etílicos, esta canción del grupo californiano de ascendencia mejicana The Champs tuvo un éxito desmesurado, y parte de la culpa es su estribillo de una sola palabra que le da título. Compuesta por su saxofonista Dani Flores (bajo el sugerente pseudónimo de Chuck Rio), es una tonada que reconocen tanto jóvenes como ancianos y para la que parece que no pasa el tiempo, pues es capaz de animar cualquier sarao en pleno siglo XXI. Tanto fue su éxito que creó un estilo propio, abriendo la brecha para que la voz de toda una generación de pachucos fuera por fin escuchada.
2. One bourbon, one scoth, one beer. John Lee Hooker. 1966. Aunque esta es la fecha de edición del disco de Chess que ves a tu izquierda, la fecha de composición del celebérrimo tema es incierta. El caso es que el gran bluesman se retrata a si mismo acodado en la barra de un bar en pleno proceso de catarsis amorosa a base de lingotazos sucesivos de los tres elementos del título en rueda perpetua. De nuevo nos hallamos ante un estribillo pegadizo, que excita la sed e impulsa al remojo interno ante las adversidades.
3. One for my baby (and one more for the road). Frank Sinatra. 1958. Composición de Harold Arlen y Johny Mercer interpretada por vez primera por Fred Astaire, que Sinatra ya grabara en Columbia en 1947, aunque la versión de 1958 en Capitol que he escogido tiene mayor profundidad y una producción más cuidada, propia de una estrella etílica como Frank "la voz" Sinatra, miembro fundador del Rat Pack junto con otro dipsómano entregado como Dean Martin. De nuevo nos hallamos ante un caso de tristezas bien regadas con chica de por medio, aunque de estilo más discursivo que cantado. No en vano está todo el disco dedicado al desamor y la soledad; no recomendado para depresivos o divorciados en ciernes.
4. Rum and Coca-Cola. The Andrews Sisters. 1944. Este trío de falsas hermanas (sólo dos lo eran) se inspiró en un calypso de Lionel Belasco, músico afincado en Trinidad que fue desposeído de los derechos de autor en favor de Morey Amsterdam, para aportar su granito de arena a la coctelería bélica en plena Segunda Guerra Mundial, llegando a vender la friolera de siete millones de discos, algo inusitado para la época. Ni siquiera Santa Claus hizo tanto en favor del conocido refresco de Cola. Tonada pegadiza de ambiente tropical y festivo con estribillo cubatero por excelencia, antes de que al mismo combinado se lo rebautizara como Cuba Libre en un momento de menos amor por la presencia de tanto gringo en el Caribe.
5. Red Red Wine. Neil Diamond. 1968. El versátil, polifacético y siempre profundo Neil Diamond llegó alto en las listas con este himno a la enología quitapenas, y como ejemplo he escogido su versión en directo de 1972, donde el público corea el estribillo con pasión de somelier. Un año después de su salida al mercado en 1968, un jamaicano llamado Tony Tribe lo pasó por la batidora reggae, versión que a su vez tomaron los británicos UB40 en 1983 para fijar la más famosa de todas ellas, que es seguramente la que suena en tu cabeza en estos momentos. Vino rojo como la pasión que se va.
6. Drinking Again. Dinah Washington. 1962. De nuevo Johny Mercer se interna en los vapores etílicos en este tema, que conociendo a Dinah Washington suena a sincera confesión alcohólica. Litros de desamor vaso en mano en este disco de Roulette de ambiente bluesero y voz cazallosa, que inspiró entre otras una imbatible versión de Aretha Franklin en 1966 donde vence por KO al primer asalto con una entrada que pone los pelos de punta. Al igual que predecesoras como Billie Holiday, Dinah convence al oyente de que en cuestiones de botella sabe de lo que está hablando, y su interpretación destila sentimiento (nunca mejor dicho).
7. Joe Liggins & The Honeydrippers. Pink Champagne. 1952. Genio y figura del R&B, compañero de fatigas de otros bebedores como Jimmy Witherspoon o Amos Milburn, Liggins nos emplaza en este famoso tema a divertirnos con la burbujeante libación de lo que entendían era una bebida sofisticada propia de clubes de alto copete, con el objetivo confeso de beneficiarse a sus acompañantes femeninas.
8. There's a tear in my beer. Hank Williams. 1949. Padre de la música country & western tal como la conocemos hoy en día, el sr. Williams parecía predicar con el ejemplo, y además de consumir cantidades ingentes de alcohol lo aderezaba con anfetaminas y en sus últimos años con morfina, lo que provocó su muerte prematura en 1953. La lista de sus éxitos es muy extensa, y en este caso se dedica a la balada plañidera donde la cerveza toma el regusto salado de las propias lágrimas del autor, quien con su voz gangosa caraterística y unas rimas ripiosas pergeña un auténtico himno al desamor vaquero que recorre la fina línea que separa lo genial de lo ridículo. Aún así, merece un puesto en esta lista etílica.
9. What's the use of getting sober (if your gonna get drunk again). Louis Jordan and his Timpany Five. 1942. Afamado entertainer, excelente saxofonista y compositor dotado, Louis Jordan alcanzó el #1 en las listas de R&B con este tema que anima a la borrachera perpetua y que se inicia con reprimenda de un padre al hijo que va por el mal camino. Siempre dispuesto a los juegos de palabras, los dobles sentidos, las letras dialogadas y a explotar su innegable vis cómica, Jordan fue un auténtico retratista de la vida urbana americana, e influyó en posteriores rockeros negros como Little Richard o Chuck Berry, quienes a su vez plasmaron los hábitos de su época, ahora adolescente,
blanca y rocanrrolera.
10. La Chevecha. Los 3 Sudamericanos. 1970. Versionando el tema que convirtiera a Palito Ortega en el líder de la canción del verano de 1969, este trío de dos argentinos y un paraguayo fundado en 1959 perpetró otra vuelta de tuerca del falso corrido de Palito (ver foto pequeña) por partida triple, animando fiestas, guateques y saraos con esta demencial oda a la borrachera cervecera que se tarareó sin fin en bares, plazas, fiestas de pueblo, chiringuitos playeros, casernas militares y fiestas de fin de curso, e hizo las delicias infantiles de este que suscribe, quien halló una ocasión más para hacer el payaso imitando comportamientos adultos vedados. Aunque el protagonista del tema parece caer redondo y no tener una actitud precisamente responsable, el tono eminentemente festivo parecía disculpar a todos los borrachos que en el mundo han sido, muy alejado de las profundidades del bebedor sentimental. Por ello lo he escogido para cerrar esta lista alcohólica y etílica.
¡¡¡ Salud !!!
7. Joe Liggins & The Honeydrippers. Pink Champagne. 1952. Genio y figura del R&B, compañero de fatigas de otros bebedores como Jimmy Witherspoon o Amos Milburn, Liggins nos emplaza en este famoso tema a divertirnos con la burbujeante libación de lo que entendían era una bebida sofisticada propia de clubes de alto copete, con el objetivo confeso de beneficiarse a sus acompañantes femeninas.
8. There's a tear in my beer. Hank Williams. 1949. Padre de la música country & western tal como la conocemos hoy en día, el sr. Williams parecía predicar con el ejemplo, y además de consumir cantidades ingentes de alcohol lo aderezaba con anfetaminas y en sus últimos años con morfina, lo que provocó su muerte prematura en 1953. La lista de sus éxitos es muy extensa, y en este caso se dedica a la balada plañidera donde la cerveza toma el regusto salado de las propias lágrimas del autor, quien con su voz gangosa caraterística y unas rimas ripiosas pergeña un auténtico himno al desamor vaquero que recorre la fina línea que separa lo genial de lo ridículo. Aún así, merece un puesto en esta lista etílica.
9. What's the use of getting sober (if your gonna get drunk again). Louis Jordan and his Timpany Five. 1942. Afamado entertainer, excelente saxofonista y compositor dotado, Louis Jordan alcanzó el #1 en las listas de R&B con este tema que anima a la borrachera perpetua y que se inicia con reprimenda de un padre al hijo que va por el mal camino. Siempre dispuesto a los juegos de palabras, los dobles sentidos, las letras dialogadas y a explotar su innegable vis cómica, Jordan fue un auténtico retratista de la vida urbana americana, e influyó en posteriores rockeros negros como Little Richard o Chuck Berry, quienes a su vez plasmaron los hábitos de su época, ahora adolescente,
blanca y rocanrrolera.
10. La Chevecha. Los 3 Sudamericanos. 1970. Versionando el tema que convirtiera a Palito Ortega en el líder de la canción del verano de 1969, este trío de dos argentinos y un paraguayo fundado en 1959 perpetró otra vuelta de tuerca del falso corrido de Palito (ver foto pequeña) por partida triple, animando fiestas, guateques y saraos con esta demencial oda a la borrachera cervecera que se tarareó sin fin en bares, plazas, fiestas de pueblo, chiringuitos playeros, casernas militares y fiestas de fin de curso, e hizo las delicias infantiles de este que suscribe, quien halló una ocasión más para hacer el payaso imitando comportamientos adultos vedados. Aunque el protagonista del tema parece caer redondo y no tener una actitud precisamente responsable, el tono eminentemente festivo parecía disculpar a todos los borrachos que en el mundo han sido, muy alejado de las profundidades del bebedor sentimental. Por ello lo he escogido para cerrar esta lista alcohólica y etílica.
¡¡¡ Salud !!!
domingo, 9 de diciembre de 2007
El Dr. Arthur Lintgen y la "vinilovisión".
Este sujeto con aspecto de oficinista concienzudo o burócrata anodino responde por Arthur Lintgen, nacido en 1942, doctor en medicina diagnóstica y residente en Pennsylvania, aunque es más conocido por poseer una extraña habilidad, consistente en adivinar, o más bien "leer", el contenido musical de cualquier disco de vinilo que le pongan en las manos con solo mirarlo. Es el por ahora único poseedor de lo que se ha bautizado, no sin cierta rechufla, como Vinilovisión. Como es natural, todo esto tiene su explicación.
El Dr. Lintgen descubre sus poderes
Allá por 1977 el Dr. Lingten fue invitado a una fiesta (no creemos que por ser un party animal precisamente), donde a la hora en que los presentes ya llevaban algún Dry Martini de más, y conociendo su afición a la música clásica y su bagaje audiófilo, le retaron a que reconociera a ciegas las sucesivas composiciones que le iban presentando. Se resístió desdeñosamente a ello, pues afirmaba conocerlo casi todo, más aún lo que podría haber en la casa de sus anfitriones, pues tampoco parece que fueran poseedores de una colección impresionante. El reto fue a más, y se le empezaron a mostrar discos y más discos sin ni siquiera hacerlos sonar como pago a su presunción, y para sorpresa de todos, él mismo incluido, fue capaz de reconocerlos con sólo ver el vinilo hasta la galleta central, que se le ocultaba para no ofrecer pistas. Una vez pasada la primera perplejidad y agotadas las bromas y risas sobre esa extraña capacidad, el Doctor Lintgen quedó convencido de que en verdad poseía un poder excepcional que retaba toda lógica. Había descubierto la Vinilovisión.
Poderes paranormales
La noticia sobre la inusitada capacidad del Dr. Lintgen fue corriendo primero entre conocidos, más tarde a la prensa local, de allí a los medios nacionales, y finalmente llegó a oídos del Comité para la Investigación Científica de las Afirmaciones Paranormales, un organismo especializado en someter a juicio a mil y un supuestos videntes, expertos en telequinesia y telepatía, magos y similares, con la intención declarada de desenmarcarar a los farsantes y librar al mundo de charlatanes. Así pues, en 1981 el Dr. Lintgen se sometió a una prueba controlada para averiguar qué había de cierto en sus poderes. El doctor sólo puso una condición: los vinilos debían ser de música clásica, concretamente sinfónica, y de Beethoven en adelante. Para sorpresa del comité, acertó el nombre de la composición, y algunos datos escalofriantes por lo detallados, de los 20 discos que se le presentaron, incluso con apuntes del tipo: "Esto es la Sexta de Beethoven, pero incluye algo más al final. Ah, sí la Obertura Prometeo", o "Queréis engañarme, La Consagración de la Primavera de Stravinsky ya me la habéis enseñado en una grabación diferente". Cuando la admiración llegó al paroxismo fue cuando el doctor Lingten añadió: "Y la segunda es de una orquesta alemana". ¿Cómo podía saber todo eso simplemente mirando el vinilo?
Una mezcla de cultura y física aplicada
El mismo doctor ofreció una explicación sencilla e inesperada a un tiempo. Según sus propias palabras, no se trataba de poderes mágicos sino de un cóctel de dotes de observación y a amor a la música. De todos es sabido que a simple vista un disco de vinilo no es uniforme, sino que algunas zonas aparecen más brillantes, otras más oscuras, unas áreas muestran un tono gris o casi totalmente negro, otras plateadas a la luz. Esto se corresponde a la profundidad de los surcos, la separación entre ellos y los altibajos propios de las diferentes dinámicas de la música que contienen, que a su vez se traducen en más graves o más agudos, mayor volumen (las zonas más brillantes) o menos (las zonas más oscuras), y ayuda a diferenciar la duración de los pasajes, los timbres generales o en un nivel de mayor detalle las diferencias entre percusiones, líneas de bajos o estridentes metales. Así pues, Lintgen sólo tenía que echar un vistazo a tales parámetros, rebuscar en su amplia memoria musical y hallar una correspondencia entre las dinámicas que el vinilo le mostraba y sus vastísimos conocimientos de la música clásica sinfónica. Aún así, también añadía deducciones propias, que explican que pudiera reconocer como alemana una orquesta. Con sólo sostener el vinilo entre los dedos advertía que los bordes cortados hacia arriba eran un signo distintivo de Deutsche Grammophon, y sabedor de la fecha aproximada de la grabación por la calidad del acetato y su gramaje, y convencido de que por aquellas fechas la discográfica sólo grababa con orquestas del país, se aventuró a una respuesta tan detallada. De modo que los poderes del Dr. Lintgen no era para nada paranormales, sino tal vez un tanto anormales por extravagantes. De hecho, en cierta ocasión afirmó: "La grabación es digital. En los surcos entre movimientos realmente no hay NADA". Ver para creer.
Orgullo y prejuicio
A la vista de las explicaciones aportadas por el propio Dr. Lintgen no me extraña que sus poderes se limitaran a la música sinfónica, pues entre otras cosas las composiciones son más extensas, permitiendo observar más diferencias dinámicas entre ellas y comparar las duraciones de los movimientos. Tampoco que solicitara obras posteriores a Mozart, pues tanto éste como Vivaldi o Bach, por poner unos pocos ejemplos, seguían estructuras más repetitivas del tipo Allegro-Adagio-Presto que se prestaban a mayor confusión. Por otra parte, a la vista de Stockhausen declaró: "Esto no es música", y ante un LP de Alice Cooper tachó su contenido de "guirigay caótico", de modo que el doctor, a pesar de su audiofilia, tenía sus prejuicios sobre lo que debía ser considerado digno de audición. Y desde aquí animo a los lectores a hacer la prueba. Tomad algún disco de vinilo que conozcáis con detalle e id probando las correspondencias entre el aspecto del disco y su sonido. Al poco sabréis hallar directamente pasajes concretos, cosa que los DJ's más expertos en vinilo saben desde hace décadas.
A pesar de todo, la historia de este personaje creo que le hace merecedor de que sus poderes se relaten, pues es el único e incontestable poseedor de la Vinilovisión. En mis fantasías le saludo con un afable: "Sr. Lintgen, ¿ha leído algún disco interesante últimamente?"
viernes, 7 de diciembre de 2007
Fallece Carlos "Patato" Valdés. Que Changó lo tenga en la gloria
Obituario
El pasado día 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, el equivalente a Changó en el santoral afrocubano, Carlos Valdés, apodado "Patato" por su baja estatura y aparente fragilidad, decidió quitarse los tubos y cables que lo mantenían con vida desde que sufriera una crisis en pleno vuelo de San Francisco a Nueva York, el 18 de noviembre anterior, que requirió aterrizaje de emergencia en Cleveland y hospitalización inmediata. A estas alturas huelga decir que con Patato se va un percusionista formidable y un importante pedazo de la historia de la música afrocubana.
La historia de la música afrocubana hecha carne
Carlos Valdés, habanero de nacimiento, santero por devoción y rumbero por convicción, fue uno de los grandes percusionistas cubanos, y su trayectoria, paralela a la de muchos otros, sigue a su vez la trayectoria de la música afrocubana del siglo XX. Tras probar suerte como bailarín, actividad de la cual guardó usos y maneras toda su vida, y boxeador, suponemos que en categorías de muy bajo peso, se animó a dar carta de profesionalidad a una pasión que siempre había relegado a los solares y las ceremonias santeras, tocando en el cajón guagancós, columbias y ritmos abakuás, pasándose más tarde a las congas y participando en formaciones como el Conjunto Casino, el mismo que bajo los auspicios de Don Azpiazu había convertido el pregón El Manisero (The Peanut Vendor) en el primer éxito global de la música afrocubana allá por los años treinta en la extinta RCA Victor. Siguiendo la estela del malogrado Chano Pozo, y tal como hicieran entre otros Cándido Camero, Mongo Santamaría o Willie Bobo, saltó a Nueva York, aportando su granito de arena (o roca granítica) a las nuevas corrientes del latin jazz. Ahí fue cuando grabó sus colaboraciones como músico de sesión en Blue Note y formó parte del gran combo de Tito Puente, quien tras Xavier Cugat había tomado el relevo en la expansión de los ritmos latinos en EE.UU., en franca competencia con Machito y sus Afrocubans.
Que le pongan salsa
La posterior irrupción de la salsa neoyorquina, el boogaloo y otros ritmos del momento propició que bien entrados los 70 Patato hallara aún un puesto preeminente, aunque sospecho que donde realmente se encontraba cómodo era en formaciones rumberas de raíces bien ancladas en la tierra, como se demostró más tarde a finales de los noventa, cuando ya consagrado como una gloria viva formó parte de los Conga Kings con Giovanni Hidalgo y Cándido Camero (entre los tres tocaban trece tambores) o cuando formó parte junto con Bebo Valdés e Israel López "Cachao" en la grabación del disco El arte del Sabor en la Lola Records de Fernando Trueba, el paridor de grandes lecciones como Calle 54.
Melodías del cuero
Dos son las mayores aportaciones de Patato a la precusión afrocubana. La primera la adopción de clavijas para congas, tumbadoras, quintos y demás variantes del instrumento, que sustituyeron a la afinación de los parches por el calor de una pequeña fogata, como aún hoy en día se realiza, por ejemplo, con las lonjas del candomblé uruguayo o en el África. De hecho el invento fue rápidamente adoptado por el fabricante Latin Percusion, y hoy en día constituye un aditamento siempre presente. Y la segunda, derivada de la primera, es que Patato tocaba habitualmente con cinco tambores, y no los tres o máximo cuatro arquetípicos, afinados en notas concretas, de modo que podía remedar escalas sencillas e incluso riffs de melodía, aportando una riqueza tímbrica a la percusión hasta entonces intuída, pero no explotada hasta sus últimas consecuencias.
Un adiós
Mucho me temo que el adiós a Carlos Patato Valdés es el adiós a uno de los últimos grandes de la música afrocubana, a uno de los precursores y máximos responsables de que la música cubana sea lo que ha sido y lo que es. Odio pensar que hay otros cuantos candidatos próximos a viajar al otro mundo dentro de la gran familia que universalizó la rumba, creó el mambo, parió el latin jazz y otros afluentes de la gran corriente afrocubana, pero es ley de vida. Desde aquí mi profundo respeto y admiración por este pequeño gran hombre. En paz descanse, y que en el cielo se arme el gran bembé, un bele bele pa romper los cueros !!!
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