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domingo, 18 de noviembre de 2007

La función crea el órgano: breve introducción a la hammondología.

Parte I




Allá por 1934, un ingeniero de mente ambiciosa, inspirado por las recientes innovaciones eléctricas aplicadas a los instrumentos musicales, ideó una alternativa de bolsillo a los elefantiásicos órganos de uso común en iglesias, teatros y auditorios. El personaje respondía por Laurene Hammond, y tras ingentes esfuerzos técnicos alumbró, tal vez sin saberlo, un artefacto que acabaría marcando época. A los menos avisados ese conjunto de doble teclado, banqueta y pedalera, a menudo acompañado de un armario bajo que responde al sugerente nombre de Lesley, puede parecerles más propio de una revista de decoración de la época que revolución musical alguna, pero en las entrañas de ese monstruo cientos de relés, válvulas, tiradores y ruedas giratorias se disponían a proporcionar al intérprete las capacidades, efectos y resonancias de una pequeña orquesta. Los modelos primitivos fueron rápidamente adoptados por salas de cine, capillas de recursos limitados y antros ávidos de atracciones para un público sediento, pero sus constantes mejoras técnicas llamaron la atención de los músicos más atrevidos, de los no tan dispuestos a emular a Bach en formato casero como ansiosos por excitar al oyente con arrebatos, ecos y trémolos a todo volumen. Así pues, su adopción casi inmediata en las iglesias de gospel le hizo compartir el mismo camino que la música que en ellos se interpretaba, saltando a los discos y conjuntos de R&B, y de allí al jazz más cercano a las raíces y el blues. Los nuevos organilleros fueron numerosos, pero no fueron legión hasta que en 1955 el sr. Hammond sacó al mercado el celebérrimo modelo B-3.


Buena parte de la culpa de esa invasión de teclistas a la última corresponde al sr. Jimmy Smith, apodado "The Incredible", auténtico revolucionario en el uso del aparato y exprimidor de todas sus posibilidades. Cuenta la leyenda que tras comprar un último modelo (a plazos, por supuesto) se encerró casi un año en un almacén con su nuevo juguete hasta estar seguro de que tanto el instrumento como él ya no daban más, y emergió a la luz con un sonido tan novedoso y atrayente que su contrato para la casa Blue Note no se hizo esperar. Furiosos crescendos, cambios constantes de timbre, ataques a degüello, acordes gigantescos y maestría en el uso de densas y abisales líneas de bajo en los pedales, tan amplia era la panoplia de efectos y recursos que podía ofrecer que el Hammond B-3 se convirtió en parte integrante de la banda sonora de su época, y hasta bien entrados los sesenta no tuvo contrincante en la creación de ambientes y sonidos de auténtica pegada. Smith fue el primero que logró realmente sacar al Hammond de la iglesia, la feria y el bar de mala muerte a los escenarios del jazz, logrando que aquel juguete fuera en verdad considerado un instrumento serio.

Al tal Smith le siguieron muchos, como p.e. Jack McDuff, Lonnie Smith, Big John Patton, Shirley Scott o Larry Young, quienes bebieron de la fuente de pioneros como Wild Bill Davis o Bill Doggett, avezados "entertainers", para dotar al Hammond de puesto preeminente en el soul jazz. Incluso grupos de rock como Procol Harum, Led Zeppelin o Yes aprovecharon la grandilocuencia de su sonido para acompañar sus pretensiones sinfónicas, pero la posterior aparición del piano Rhodes enamoró a los buscadores de modernidad, y el Hammond quedó relegado al desván de las antiguallas. Hoy en día, la casa Hammond es propiedad de la Suzuki japonesa, los viejos modelos sólo pueden adquirirse a precios desorbitados, y las nuevas apuestas digitales no logran cumplir las expectativas del buscador de EL sonido Hamond con mayúsculas. Aún así, unas pocas caricias al teclado de un Hammond, unos pocos acordes sostenidos, un trémolo plañidero en el inicio de un blues, nos devuelven a un tiempo en el que lo más novedoso y lo más atávico unieron sus fuerzas para provocar emociones y arrebatos.

1 comentario:

Anónimo dijo...

Hola, muy interesante el articulo, saludos desde Chile!

oooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooooo