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viernes, 7 de diciembre de 2007

Fallece Carlos "Patato" Valdés. Que Changó lo tenga en la gloria


Obituario

El pasado día 4 de diciembre, día de Santa Bárbara, el equivalente a Changó en el santoral afrocubano, Carlos Valdés, apodado "Patato" por su baja estatura y aparente fragilidad, decidió quitarse los tubos y cables que lo mantenían con vida desde que sufriera una crisis en pleno vuelo de San Francisco a Nueva York, el 18 de noviembre anterior, que requirió aterrizaje de emergencia en Cleveland y hospitalización inmediata. A estas alturas huelga decir que con Patato se va un percusionista formidable y un importante pedazo de la historia de la música afrocubana.

La historia de la música afrocubana hecha carne

Carlos Valdés, habanero de nacimiento, santero por devoción y rumbero por convicción, fue uno de los grandes percusionistas cubanos, y su trayectoria, paralela a la de muchos otros, sigue a su vez la trayectoria de la música afrocubana del siglo XX. Tras probar suerte como bailarín, actividad de la cual guardó usos y maneras toda su vida, y boxeador, suponemos que en categorías de muy bajo peso, se animó a dar carta de profesionalidad a una pasión que siempre había relegado a los solares y las ceremonias santeras, tocando en el cajón guagancós, columbias y ritmos abakuás, pasándose más tarde a las congas y participando en formaciones como el Conjunto Casino, el mismo que bajo los auspicios de Don Azpiazu había convertido el pregón El Manisero (The Peanut Vendor) en el primer éxito global de la música afrocubana allá por los años treinta en la extinta RCA Victor. Siguiendo la estela del malogrado Chano Pozo, y tal como hicieran entre otros Cándido Camero, Mongo Santamaría o Willie Bobo, saltó a Nueva York, aportando su granito de arena (o roca granítica) a las nuevas corrientes del latin jazz. Ahí fue cuando grabó sus colaboraciones como músico de sesión en Blue Note y formó parte del gran combo de Tito Puente, quien tras Xavier Cugat había tomado el relevo en la expansión de los ritmos latinos en EE.UU., en franca competencia con Machito y sus Afrocubans.

Que le pongan salsa

La posterior irrupción de la salsa neoyorquina, el boogaloo y otros ritmos del momento propició que bien entrados los 70 Patato hallara aún un puesto preeminente, aunque sospecho que donde realmente se encontraba cómodo era en formaciones rumberas de raíces bien ancladas en la tierra, como se demostró más tarde a finales de los noventa, cuando ya consagrado como una gloria viva formó parte de los Conga Kings con Giovanni Hidalgo y Cándido Camero (entre los tres tocaban trece tambores) o cuando formó parte junto con Bebo Valdés e Israel López "Cachao" en la grabación del disco El arte del Sabor en la Lola Records de Fernando Trueba, el paridor de grandes lecciones como Calle 54.

Melodías del cuero

Dos son las mayores aportaciones de Patato a la precusión afrocubana. La primera la adopción de clavijas para congas, tumbadoras, quintos y demás variantes del instrumento, que sustituyeron a la afinación de los parches por el calor de una pequeña fogata, como aún hoy en día se realiza, por ejemplo, con las lonjas del candomblé uruguayo o en el África. De hecho el invento fue rápidamente adoptado por el fabricante Latin Percusion, y hoy en día constituye un aditamento siempre presente. Y la segunda, derivada de la primera, es que Patato tocaba habitualmente con cinco tambores, y no los tres o máximo cuatro arquetípicos, afinados en notas concretas, de modo que podía remedar escalas sencillas e incluso riffs de melodía, aportando una riqueza tímbrica a la percusión hasta entonces intuída, pero no explotada hasta sus últimas consecuencias.
Un adiós

Mucho me temo que el adiós a Carlos Patato Valdés es el adiós a uno de los últimos grandes de la música afrocubana, a uno de los precursores y máximos responsables de que la música cubana sea lo que ha sido y lo que es. Odio pensar que hay otros cuantos candidatos próximos a viajar al otro mundo dentro de la gran familia que universalizó la rumba, creó el mambo, parió el latin jazz y otros afluentes de la gran corriente afrocubana, pero es ley de vida. Desde aquí mi profundo respeto y admiración por este pequeño gran hombre. En paz descanse, y que en el cielo se arme el gran bembé, un bele bele pa romper los cueros !!!

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